La brecha emocional El desarrollo y la gestión del capital emocional


El paisaje que enfrentamos al momento de tomar decisiones es una construcción mediada por símbolos, lenguaje, experiencias que se sostienen desde redes neuronales cuyos componentes están conectados por químicos que definen el "color" de las interpretaciones y el horizonte de las posibilidades de acción. Frente a los acontecimientos, las primeras reacciones surgen desde los patrones establecidos. Es decir, miramos "lo nuevo", desde la experiencia del pasado. Nuestro contacto con la realidad siempre será un paisaje pintado con estilo y colores propios que toma un color particular, según la química que sustenta las conexiones neuronales. Por lo tanto, nadie reacciona desde "la realidad" de los acontecimientos, sino desde un paisaje estructuralmente diseñado con percepciones, lenguaje y experiencias y "coloreado" con emociones.

Desde el punto de vista del desempeño en las organizaciones, el punto de vulnerabilidad donde fracasa la implementación de modelos y políticas es emocional. Pero paradójicamente, existe una asimetría en las inversiones. Todas las inversiones están concentradas en lo físico-estructural, sin inversión en emociones. Por ello, los costos emocionales se transforman en una de las variables de mayor impacto laboral en las organizaciones. Invertir en emociones implica generar condiciones en clima emocional que posibilite sostener y ampliar la capacidad de respuesta de la organización frente a un contexto que amplía la brecha de inestabilidad e incertidumbre.

En la dinámica actual, esta concepción amplía las amenazas y genera la sensación de un contexto cada vez más hostil y conflictivo. El costo de vivir “bajo amenazas” permanentemente implica un estado neurobiológico que reduce a la mitad la capacidad de desempeño cognitivo (decisiones, proyección y creatividad) de las personas. En estos casos, el problema de rendimiento no está en las habilidades de las personas, sino en sus condiciones de vida laboral. Aunque la rentabilidad sea del 100%, las personas están trabajando al 50% de su desarrollo personal.

Los modelos organizacionales colapsan por una brecha emocional que aparece como resultado de personas que trabajan bajo la presión de cumplir con los resultados de un proceso que no se corresponde con su dinámica de funcionamiento, que está fuera de contexto y que solo se focaliza en la apropiación y explotación. Estos factores generan una profunda brecha entre la volatilidad del mundo con su vorágine de cambios inéditos e imprevistos y la capacidad estructural de las organizaciones para responder y actuar en este contexto de transformación.