Durante diez años estudiamos patrones autodestructivos en las organizaciones con el objetivo de generar modelos de intervención para abordar vulnerabilidades estructurales.
Lo que encontramos como causal de fracaso o deterioro productivo tenía relación con la gestión de las emociones corporativas. En síntesis, los resultados corporativos se tornan vulnerables por el estado emocional de las personas.
Específicamente, en estos diez años, el deterioro en la calidad de los espacios laborales es producto de la desesperación frente a las dificultades de respuesta a nuevas condiciones de vida.
¿Por qué considerar un factor sensible de abordaje las emociones en las organizaciones? Por la necesidad de posibilitar contextos de productividad con calidad de vida frente a un nuevo contexto.